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Presentación "La catedral de encallada tristeza" de Felipe Bennett

En un país con costa de extremo a extremo, reflexionar y ahondar en la relación del hombre con esta, resulta una tarea indispensable. Encontrar en las costas y las olas un
espejo del pasado chileno. En los muertos que esconde su mar, una memoria acallada, que grita en cada espuma apagándose. Nuestra vida está marcada, de diversos modos, por la relación que hemos llevado durante años con el mar. Encontrar en él una respuesta o por lo menos un eco de la atrocidad de “el hombre” (tú, yo, en mayúscula y minúscula) es oficio de quien contempla y escucha. Una vez visto y digerido, estos versos se vuelcan ya salados por la brisa, mas con la misma rabia.
“La catedral de encallada tristeza” se presenta como un poemario con una voz madura, pero nueva dentro de la poesía chilena, ya que se distancia de las voces de su generación, principalmente por el lugar desde donde enuncia el hablante. Me atrevo a decir que en estos versos encontramos una de las respuestas apagadas por la alegría, las nunca dichas, las sopladas por aplausos de buena fe.

“escondiendo mentiras
 tus alas enfermas plumas carroñeras
pensaste tu final de escena mil veces
mas no pudiste con la vergüenza del cobarde”

Las fotografías que hacen de telón y atmósfera a estos poemas, obra de Daniela Miller, ojo ágil y desprejuiciado de la fotografía actual, corresponden a la ballenera abandonada de Quintay y sus alrededores, y otorgan un velo que descubre la nostalgia de los versos por el arrebato del momento; ese momento, alegoría de cómo “el hombre” lleva esta vida frente al inabordable horizonte que se presenta ante sus ojos.

“y el rumor viajaba por mis venas
como un sonido de entrañas
llanto de ballena ciega
desandando océanos
rozando de tanto en tanto
el casco de un barco cargado de turistas”

Los poemas de Felipe Bennett se asemejan a diapositivas o fotografías instantáneas que captan un momento, una historia que el lector logra adivinar, sentir y compartir por las metáforas y descripciones del hablante. Una complicidad basada en la fragilidad de la carne de cañón.

“esos días de andar despacio
robándole segundos a cada reloj
era así que sentíamos
¿no?
tan en blanco y negro”

La temática de los poemas flota a la deriva por diferentes temas; existenciales, políticos, el oficio de la escritura y el amor, todos unidos por el imaginario del encallamiento de un gran barco, en este mar en el que se navega en conveniencias, miedos a punta de vecinos, un contexto en el que la incredulidad cotiza los amores en las anclas del mercado: una relación en la cual perdimos desde el principio.


“¿tienes una coartada?
-preguntó el muerto al cadáver bajo la sábana-

Existen en los poemas diálogos y citas al rock de los años sesenta y setenta, especialmente en la segunda parte, hidden tracks, letras que relatan historias detenidas en una imagen perpetua, un instante en el que el futuro de un hombre depende de una decisión nimia, como hicieron Bob Dylan, David Bowie y Rolling Stones. Porque, como tradujo Borges, en el dolor de un hombre está el dolor de todos los hombres.

“santiago
el de chile
resucita una vez más
bajo la dura magia de este amor
simplemente porque soy
la versión americana de tus sueños”


De cada hombre, de ahí la memoria, por eso la intertextualidad con autores como Jorge Tellier, José Saramago, Boris Vian y Miguel Hernández, entre otros, e incluso con íconos ficticios como el mismo Pepe Le Puf, poema en el cual se encuentran de forma magistral lo lúdico y el reflejo de una condena. Un libro, una historia, íntimamente pública, memoria y sentido común.

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